Una de las satisfacciones de hacer lo que nos gusta, es transmitirles a ustedes las cosas por las que pasamos en cada aventura que decidimos emprender, es algo así como cuando todos los amigos que no pudieron ir en esta oportunidad se agruparan para escuchar ansiosos los cuentos y uno se acomoda afinando las ideas para transmitírselas tal y como la vivimos sabiendo que la imaginaran a la perfección.
Ya hacía días que la idea de planificar algo en el estado Lara rondaba en nuestras mentes y como en todos los casos, conversando, averiguando y escuchando surgió el nombre de Dinira que además de ser una gran montaña posee un páramo…”Ey… ¿Un Páramo en Lara?, si, asi como lo escribo acá, esto fue suficiente motivo como para que nuestra lupa la pegáramos en el mapa y estudiáramos el caso.
Algo de Historia:
Al principio a la sucesión de Don Agapito Pérez se le compro estas montañas con la idea de conservar la cuenca del Rìo Tocuyo por el gobierno de Marcos Pérez Giménez en el año 1954 por un precio de 80mil Bolivares. El actual comprador no pudo desarrollar la idea de reforestar la zona como inicialmente se pensaba sino que hasta el gobierno de Rómulo Betancourt se fundan las oficinas del Ministerio de Agricultura y Cría retomando los planes de recuperación procediendo a plantar muchas héctareas de pinos y eucaliptos que aun son visibles en grandes extensiones de terreno. Se sabe que en esa época casi 100 familias fueron reubicadas en portuguesa en la región de Turén y he de allí el nombre de “Las Colonias de Turén” dándoles créditos y facilidades para su desarrollo y establecimiento en su nuevo lugar de residencia.
El Parque Nacional abarca tres estados: Portuguesa, Lara y Trujillo, contiene en su territorio importantes cuencas como la del río tocuyo, El Lago de Maracaibo a través del rio Motatán recogiendo las aguas del río Carache, Burbusay y la Concepción entre otros. También es afluente del río Orinoco surtiéndolo con el río Boconó tributando el Azul, Negro, Blanco, Guaitó y chabasquen. Es de exuberante belleza arbórea además de poseer vegetación endémica y semi alpina con presencia de frailejones.
La tarea de cruzar un paramo en bici sonaba descabellada por lo complejo del sitio, ya que para accesar a él debíamos cruzar una espesa selva extremadamente tupida, cuyo camino era difícil de percibir por lo vegetado que estaba. El plan seria intentar cruzar el punto más alto en la tarde para ganarle a la noche y poder descender por debajo de los 1800msnm para acampar alli, pero… nada salió como planeamos.
Día 1:
Nos levantamos bien tempranito para intentar lograr lo planteado, la posada Nueva Vida sirvió de estación transitoria para esta partida, donde de mano de sus anfitriones y hermanos Ananda y Sidarta Acureo, se encargaron de cocinarnos la noche anterior una buena carga de carbohidratos al mejor estilo Napolitano.
La tarde anterior pintaba el paisaje desalentador ya que desde ese punto se podía ver la montaña imponente como un gigante nublado amenazante que para nuestra fortuna amanecio al día siguiente como un coloso gentil. El frio se hacía sentir y con los rompevientos encima salimos sin hacer ruido ni interrumpir a los durmientes de la posada. A escasos 100 mts ya nos aguardaba una muralla verde repleta de pinos de unos 50 años de edad, el rio Buenos Aires nos saludaba a pie de camino estrellándose con las rocas demostrando su poder. Un puentecito de troncos nos indicaba el camino a seguir y nuestro GPS ya encendido iniciaba su larga jornada que duraría 3 días.
Subimos entusiasmados y energicos, la montaña no seria un rival fácil, el desnivel en la pantalla del gps solo indicaba hacia arriba y nuestras bicis solo servían de bulto. La pica era interminable al punto que nos empezó a afectar el cansancio. No queríamos pararnos a almorzar sin llegar al famoso “Almorzadero”, que no por educación ni buenos modales debíamos alimentarnos allí, sino que lo pautamos como punto de descanso para reponer baterías.
Este sitio se hizo eterno, a punta de bocadillos y galletas manteníamos la fuerza haciendo paradas de 3 minutos cada 100 metros de altura. A este paso llegamos al famoso sitio como a las 2 pm y dado a que nos había quitado mucho tiempo la selva decidimos continuar sin comer para ganar tiempo. A partir de acá nos recibió un fangal que empapo nuestras zapatillas, un par de arboles caídos obstruía el paso y sortearlo nos resto más tiempo del que pensábamos.
Logrando salir de aquí, ya asomaba unos picos y el cambio de la vegetación era evidente, que sin ser frailejón se convertía en una especie de bambucillo que nos amargo la vida por unas 2 horas mas. Aca en plena faena decidimos pararnos a comer, el grupo andaba algo bajo de ánimos y la parada a reponer combustible ya era obligatoria. Nos recostamos en unas piedras para tomarnos aquel tiempo que hacía rato pedíamos y el silencio entre todos se hacía sentir, la montaña en ese punto nos estaba acabando las energías y en alguno de nosotros la mente. Preguntas como ¿Cuánto falta?, ¿Qué te dice el GPS?, ¿Sera que en esa saliente esta la fila?, eran las que sonaban, nuestro equipo de satélite estaba descontrolado teniendo que reiniciarlo varias veces para que no nos jugara una mala pasada. El bambucillo poco a poco fue mermando y las pérdidas de la ruta eran cada vez menores, estos se estaban dejando ganar terreno a medida de ascendíamos por los frailejones y así las huella del camino que asomaba más claramente.
Subimos sin parar y cuando culminábamos un alto detrás estaba otro, el agotamiento mental era duro, perdíamos el camino con frecuencia porque estaba tapado y debimos en un par de veces dividirnos para asomarnos en distintos punto y planificar a donde subiríamos. Al cabo de una buen rato y a punto de desviarnos del sitio al que debíamos llegar gracias a una mala lectura del gps, divisamos un banderín casi miniatura en lo más alto de una saliente, la verdad que todavía me pregunto ¿cómo fue posible visibilizar una bandera en ese punto? parecía la bandera del cuartel general de unas hormigas y que al último momento nos encauzó a la ruta correcta. Con euforia nos agrupamos y partimos hacia allá. Subimos como en una procesión en Semana Santa (Lentamente), al acercarnos la bandera se hacia mas grande y con la promesa de que detrás de ella estaba la fila. Cada uno llego a ese punto a su ritmo, la bandera era como de un metro y medio de alto, de color amarillo cuya tela se sacudia por el poderoso viento que provenía de la garganta rocosa que subía desde el valle de Carache hasta las cumbre frías por encima de los 3200msn.
Este viento es llamado los caballitos por los habitantes de Carache, famosos por su poder y que representan en si la peor época para subir a este páramo. Ya luego nos enterariamos de eso y con creces entenderíamos el porqué no era el momento oportuno para estar allí. Detrás una casita abandonada como a 2 horas paramo abajo y fuera de la ruta al pie del pico Cendé, delante una fila rocosa que debíamos sortear para descender por una montaña obscurecida por la casi noche y un viento helado que nos apresuraba a decidir que hacer. Intentar refugiarnos en la casa abandonada era más descabellado que el segundo plan, ya que para llegar allí debíamos descender y subir de nuevo a la fila para continuar bajando, además de que la brisa y la falta de energías nos terminaría de acabar.
Decidimos unánimemente bajar por el camino que conducía a La mesa de Carache y seguir nuestro plan de ruta hasta conseguir un lugar apropiado para acampar. Bajamos un buen rato y alcanzamos una meseta que sobresalía del relieve escabroso, este lo cubría una especie de pasto verde parecido a la grama con árboles pequeños de no mas de 3 metros y unos ojos de agua incrustados en la tierra que al alumbrar se tragaban nuestras luces dificultando estimar su tamaño. Este pequeño vergel es llamado “Tres Pozos” y lo descartamos inmediatamente como lugar de descanso por lo descubierto que era y la brisa que pegaba; siempre tendré la duda de cómo seria de día este sitio, porque a lo que el haz de luz de la linterna descubría para mis ojos parecía ser un mini eden labrado por jardineros expertos adornado con tres pozas de gran tamaño de aguas cristalinas.
Nuestras hamacas nada adecuadas para el frío aun no conseguían acomodo en esos pequeños árboles que abundaban a esa altura debiendo bajar mucho más para encontrar un resguardo adecuado ya que sabíamos que no contábamos con equipo para alta montaña y sabíamos que la pasaríamos mal esa noche. Al fin bajando empedrados como cabras en esas bicicletas, con los asientos en lo más bajo del cuadro y tropezando los cauchos con las rocas sin la menor misericordia hacia nuestras compañeras, salto uno de nosotros diciendo: “Ya no más”… “yo no aguanto el cansancio, vamos a quedarnos aquí”, entendiendo la gran carga mental que llevábamos y solidariamente con todos decidimos quedarnos en plena bajada amarrando las hamacas a unos árboles un poco más altos pero de apariencia siniestra, cuyas ramas servían de autopistas para las arañas que deambulaban por todos sus ramajes.
Acá la peor parte, un plástico que serviría de techo nos resulto eficiente para frenar algo del viento, el mosquitero nos protegía de las arañas y los zancudos que esperaban a que el viento cesara para enterrar sus puñales contra el mosquitero resonando enfurecidos por la frustración de no poder entrar a chuparnos la sangre. Una cobijita, un sweater, unas licras largas y un rompe viento eran para la mayoría parte del equipo utilizado para pasar la noche, mas no contábamos que a esa altura. En este punto logramos bajar hasta 2650 msnm y fue donde entendimos que nada de lo que llevamos serviría. Al cabo de la media noche, las conversaciones entre hamacas se acabaron, nadie hablaba, todos nos encontrábamos en vigilia. La temperatura bajaba cada vez mas y solo se escuchaba el drama particular de cada uno sonando como gallina sacudiéndose en la poquita tela que nos servía de barrera. Mi mandíbula no dejaba de temblar, las horas pasaban lentamente y la brisa embestía de repente levantando el sobretecho medio amarrado con unos bejuquitos que encontramos en unas ramitas, dando paso a un helado frío que te congelaba hasta los huesos.
Nadie durmió, el amanecer llego y así el fin de esa torturante noche. Enrollados en las hamacas fuimos valientemente afrontando el frío para descomponer el campamento y seguir avanzando hacia Carache. Disfrutamos de un buen descenso ponderándolo en un 8 de 10 puntos; Bajones, dubis, escalones y codos fueron parte del entretenimiento por unos 40 minutos. El camino nos llevo a un potrero, luego a una carretera de tierra y finalmente llegamos a la Mesa, aca una bajada asfaltada larguísima adornada de siembras de Maíz a ambos lados y casitas de campesinos. Seguidamente y casi inmediatamente a la bajada se encontraba el pueblo de Carache donde nos dispusimos a almorzar en la posada restaurant “Valles de Carache” reponiendo energías para alcanzar el objetivo en Burbusay.
Desde aquí continuamos a pedal pasando la estatua del indio Karachi como a las 3pm sobre un carretera de asfalto, atrás dejamos los pueblos: La platera, La playa, La Morita y La Concepción. La carretara al poco tiempo dejó de ser de asfalto en muchos tramos y se convertía en tierra muy empolvada, los camiones llenos de frutas nos dejaban a su paso nubes de tierra que nos envolvían teniendo que hacer paradas buscando aire cual pez fuera del agua. Una agotadora subida marcaba el fin del tramo, conquistamos el puebo a las 9:15 d la noche. Agotados nos hospedamos casi por milagro en la única posada que encontramos llamada “El Chaz” y también casi por obra de una santo encontramos un puestico de hamburguesas abierto que estaba a punto de cerrar. De no haberlo encontrado no se que hubiese pasado, quizá dormir con el estomago lleno de bocadillos de guayaba jejeje.
Muy tarde en la mañana la pereza era grande, el equipo se levanto casi a las 9am, a partir de esta hora se fue a desayunar unos pastelitos típicos del pueblo, nos dimos tiempo para tomarnos fotografías en la plaza y luego partir a Boconó. La ruta para el cierre de la travesía terminó en una bajada muy amplia con vista al pueblo de San Miguel donde en algunos claros podía verse el gran río Negro. Bajamos como cohetes por esa pendiente llegando finalmente al letrero que nos indicaba que estábamos entrando a nuestro destino final. Acá felices en plena Plaza Bolívar nos bebimos las famosas merengadas del pueblo que recomendamos ampliamente y tramitamos nuestro regreso en un jeep.
Dinira para nosotros fue un desafío difícil de completar, rodar en sus cumbres, sentir el poderoso e intimidante viento que helaba nuestro cuerpo y mente, formar parte por unas horas de ese abrumador bosque y conocer tanta gente valiosa que todavía abundan en nuestros espectaculares pueblos, no tiene ponderación. La experiencia que recogemos en cada lugar que visitamos nos compromete a transmitirles a ustedes lo importante que es preservar estos espacios, siendo todos parte de un ecosistema extremadamente delicado y que puede ser vulnerado por influencia cultural y externa.
Nuestro llamado crítico es hacia el venezolano, es hacia nosotros mismos, ya que vemos con muchísima preocupación la distorsión de nuestra cultura y la capitalización de la desidia. Se nos está diluyendo nuestra hermosa historia en las narices y no le estamos dando el valor que merece nuestro capital humano y cultural. Ya es pasado la época de los viejitos en la plaza echando cuentos, las sillitas a las 6 de la tarde a puerta de casa con las familias conversando tranquilas con la briza de la tarde, aquella paz que se respiraba en las plazas, los palomares, sus calles viejas, empedrados y pare usted de contar.
Todos esos rasgos de cordialidad y buen vivir de aquellos tiempos están siendo sustituidos por afiches políticos pegados como tapiz en todos lados con la cara de algún santurrón al que hay que agradecerle hasta la lluvia, las motos chinas como enjambres consideradas una peste para el tráfico y los transeúntes que sortean los accidentes al cruzar una calle, la música a todo volumen en alguna esquina con su flamante dueño alimentando su ego en cada golpe de bajos, licorerías como piedras en una cantera, borrachos regados como postes.
Estamos en peligro de perder lo que nuestros abuelitos vivieron?, Es ahora esta nueva cultura de antivalores, la forma de vida que suplantará las cosas buenas que teníamos? Despertemos, somos nosotros los únicos responsables de que todo esto suceda, respetemos a los demás y valoremos lo que poseemos, partiendo de aquí, empezaremos a concientizar y ver las verdaderas cosas que nos harán una sociedad basada en la convivencia y buena educación, no esperemos que esos que aparecen en la fotico con cara sínico nos resuelvan la vida.
Hasta la próxima aventura!!!
Sherandoe Montilla. Eco Hatillo MTB
2 Comentarios
carache mtb pico cende en el pn dinira
ResponderEliminarMe gustaria saber desde donde comenzaron esta aventura y como trasaron la ruta a seguir en gps? Conozco Diniraba pie y en MTB pero no logro ubicarme segun las descripciones q dan en este post... Un saludo desde Barquisimeto carlosjhonnyah@gmail.com
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