Carru

El temible poder de la sierra nevada – Capítulo II.

El Desenlace:

Una tarde impecable, de colores vivos y de silencio casi absoluto, roto en un abrir y cerrar de ojos por un sonido sordo que se ahogo en lo profundo de un barranco que dejo ver aquella roca revolcando su dura superficie estrellándose con todo lo que se atravesaba colina abajo, donde más atrás Matteo intentaba detener la inercia de su cuerpo en aquella inclinación con zancadas discontinuas a la vez que se quejaba imagino que en una especie de perplejidad  y susto.

Todo fue muy rápido, vi a Matteo y le gritaba “¿Matteo estas bien?”, me apresuraba a retroceder por el camino que hace segundos pasé buscando hallar la entrada al barranco pero que al llegar supe que por ahí no podría, seguí atrás y llamaba a Alejandro para que supiera lo que paso.

Al estar cerca le pregunte qué había pasado y si se encontraba  bien, el dentro de su confusión me dijo textualmente: “partí costillas”.


Llegó Alejandro y entre los dos lo revisamos, buscando saber si además de ese dolor en el pecho había otra cosa de que preocuparse. Los rasguños en la espalda y costados eran muy grandes causados por una roca agresora que lo talló con una de las paredes del barranco que logro pisarlo de chaflán y siguió su camino por aquel la garganta.

Logramos levantarle la camisa y era evidente las protuberancias que se notaban encima de su piel.
Tres hombres en aquella soledad y uno herido con un par de costillas rotas fue el abre bocas para lo que venía. 

Entre ambos hicimos veces de muletas y comenzamos a bajar muy lentamente. A duras penas sorteamos por la orilla la laguna helada en la que hace horas nos bañábamos, sinceramente ya toda aquella naturaleza que inspiraría a los mejores artistas me resultaba intimidante y hasta desagradable en ocasiones. 

Subimos el alto que anidaba la laguna y continuamos hasta llegar al lugar donde acampamos, no obstante y dada la situación, decidimos dejar todo nuestro equipo oculto en el mismo lugar, pasando de largo en busca de llegar lo más pronto posible al vehículo para luego de haber salido de tal lio volver a buscarlos.

Al pasar por el lugar de acampada nos aguardaba una pared de arena que llevo unos 35 minutos conquistarla, al llegar a ella un viento helado nos recibía así como el deterioro físico y mental de nuestro compañero Matteo que a partir de ese punto no dejaba de preguntar cuánto faltaba para llegar. Nosotros en el rol de sobrellevar lo mejor posible la situación y evitar el desmoronamiento de nuestro amigo herido, en todo momento lo alentábamos a seguir y que olvidase lo que faltaba para que se concentrara el seguir y cubrir la mayor distancia posible.

Cerro abajo el paso  fue disminuyendo por la dolencia de Mat, sus quejidos se incrementaban poco a poco a medida que avanzábamos. Subimos la franela que llevaba para revisarle las heridas nuevamente y nos percatamos que su abdomen se había incrementado de tamaño significativamente, sabiendo que a pesar de sus más de 50 ruedas siempre fue una persona muy atlética y nunca tuvo barriga o panza, caso que saltaba a la vista ya que su inflamación no era pareja sino abultada de un lado y rojiza tirando a violeta. Inmediatamente entendí lo que sucedía y fue cuando la mirada de Alejandro se cruzó con la mía y asimilamos lo que estaba pasando. Matt se dio cuenta y nos miro nerviosamente preguntando si todo estaba bien, a lo que sin duda respondimos que si para no ponerlo más nervioso de lo que estaba. Desde allí el derrame interno era evidente y entre Alejandro y yo la comunicación visual fue instantánea porque en adelante no  aludimos palabra alguna al tema para no empeorar los ánimos. Teníamos una inyección de calmante que llevamos encima para casos de emergencia pero que Matt se reusó a utilizar en su afán de llegar lo más pronto posible. 

 Aquel descenso fue como el famoso minuto bajo el agua, se hizo larguísimo dando paso al atardecer.  Alejandro decidió adelantarse y preparar todo abajo para el momento en que llegásemos. A partir de allí, quedamos Matt y yo solos en la inmensidad bajando por aquel empedrado obscuro y agreste.

Las cosas a las que dios te expone en situaciones así te hacen ver la vida de otro modo, porque entiendes que somos seres vulnerables que en un pequeño instante podríamos perderlo todo, esa sensación de pequeñez la sentí cuando Alejandro se retiro y a unos 20 minutos logramos conquistar la ultima planicie que a la vuelta tomaba un sendero que descendía serpenteando  hasta el carro, no se cuanto tendría de largo pero más de 3km estimando al vuelo poseía y su final no lograba divisarse. En ese preciso momento y antes de que la realidad se develara ante nosotros Matt me pregunto ¿Cuánto falta Sheran?, me apresure a calcular lo que imagine que faltaba y le dije que unos 40 min al dar la vuelta por aquella piedra iniciaríamos la bajada, pero que al llegar la escena dilapidó lo que dije, ya que aquel caminito que se perdía sinuoso en aquella montaña rodeándola y borrándose como un delgado hilo entre neblina y piedras. Desde allí hasta el carro quizá un par de horas nos tomo llegar,  el deterioro físico y mental de Matt era cada vez más difícil de llevar, en mi intento de mantenerlo animado y con fuerzas. 

El desplome personal de mi amigo era evidente, me repitió en varias ocasiones que no quería morir, me hablo de su esposa e hijos en una especie de melancolía y arrepentimiento de estar metido en semejante situación entre lágrimas y miedo. En momentos notaba que su fuerza de voluntad aumenta y tomaba el sendero con determinación hasta que el dolor lo doblegaba y bajaba su ritmo. Nunca olvidare cuando nos encontramos con una laja como de 5 metros la cual debíamos bajar con precaución agachados para no resbalar, le ofrecí mi mano para bajarla con mayor seguridad y me respondió que me quedara tranquilo que él podía hacerlo solo. Baje primero y lo aguade abajo, el lentamente inicio su descenso y resbaló,  rodando sobre su superficie dando vueltas lateralmente  lanzando quejidos de distintos niveles, los que subían y bajaban de tono dependiendo del lugar en donde pegaba. Así llego cerca de mí, envuelto en tierra con sus manos en las costillas, emitiendo quejidos  y sumido en el dolor que solo él experimentaba. Yo allí parado atónito de la mala suerte del hecho, solo intente levantarlo y animarlo a seguir. Él en un impulso de adrenalina y susto se reincorporo y tomo el sendero con mucha determinación, solo quedaba poco por bajar y casi ya sin luz solar logramos llegar al vehículo.

Ya en el carro, todo estaba listo para salir a la emergencia más cercana, la que calculamos a una hora de camino saliendo del Valle de Gavidea. Matt se mantenía en silencio y nuestros celulares sin señal desde hace dos días. Llegamos a Mucuchies buscando el ambulatorio el cual se encontraba fuera de servicio y las ambulancias desarmadas en su entrada no ofrecían esperanza alguna. Seguimos desesperados buscando alguien que atendiera la emergencia preguntándole a la gente a donde llevarlo, hasta que un señor nos indico que a dos cuadras más arriba estaba un CDI.

El colmo.

Llegamos al lugar y como si hubiésemos llegado desnudos o pintados de verde, los que estaban allí no veían como extraterrestres, luego de explicarle la situación hasta al portero, al fin uno de ellos saco una silla de ruedas para ir a buscar nuestro amigo. Este hombre la puso enfrente de mí para que yo me entendiera con ella, ni siquiera la sabia abrir, tanto le di que la logra armar y con ella fui a la calle a buscar a Matteo al carro. De regreso a la entrada, casi se me sale Matteo de la silla al pasar por un policía acostado que hizo corcovear aquel aparato;  ya dentro un hombre y una mujer con acento cubano nos hicieron pasar a una sala para hacerle los rayos x a nuestro amigo herido,  Lo hicieron montarse en una silla y el “radiólogo” se empeño a que se acostara del lado de la herida, presionando su pecho contra la mesa, a lo que nos opusimos por el dolor que tenia. Este hombre al ver que nos negábamos a hacerlo se molesto y le hizo la radiografía de pie en otro aparato que quedaba a un lado de la mesa.

Luego nos pasaron a otro cuarto y estaban las dos personas que les comente antes, listos para practicarle un eco sobre una mesa y una maquina gigante. Luego de hacerle el estudio, nuestra sorpresa fue el diagnostico, al que con su mirada reposada y a sabiendas de la piedra que lo había machucado dijo: “El paciente no tiene nada, solo un golpe”, la duda se sembró en nosotros y dentro de nuestro asombro salimos del cuarto mientras le indicaban el tratamiento a Matt.

Recuerdo como si fuera ayer que nos sentamos en el brocal de la calle al frente de la fachada del CDI, un bocadillo de guayaba era lo que nos quedaba de comida desde la mañana ya que el resto se había quedado oculto en las rocas del páramo. Lo saque de mi bolsillo y lo partí en dos, le di a Alejandro la mitad mientras comentábamos algo mas aliviados el diagnostico que nos acababan de dar. 

Ya Matteo en tratamiento lo que venía era bajar las tensiones y buscar comer algo, para lo que planeábamos bajar a un restaurant llamado Las Veladas unas calles más abajo, pues, como una explosión que casi nos hizo vomitar aquel dulce hecho de guayaba que comimos casi como regalo del cielo salió una doctora “Venezolana” a plena calle, rompiendo el silencio típico de esos pueblitos del páramo y en voz alta, ¿Quiénes son los acompañantes del paciente Alfonso Matteo?, de un brinco nos incorporamos y en coro dijimos: nosotros!, a lo que respondió, deben sacarlo inmediatamente porque está a punto de sufrir un shock hipovolémico(*),  instantáneamente nos activamos y corrimos a verlo. Buscamos por información de unos transeúntes una delegación de defensa civil que supuestamente estaba cerca y tenían una ambulancia, pues no era así era un chasis largo con una camilla de rescate la cual usamos para trasladar a Matteo a Mérida. El vehículo le estaban fallando los frenos, no le servía la sirena y el chofer resulto ser todo un piloto de fórmula 1. Partimos hacia Mérida a toda velocidad y en franca bajada todo el camino, el hombre enderezaba las curvas y nosotros más atrás sorteando la señal del celular buscando una clínica donde nos recibieran. Como cosa rara todas las clínicas que logramos contactar e incluso el hospital de Mérida negaron recibirnos por falta de especialistas y sala de terapia intensiva. De todos los contactos a donde nos referían no nos recibían hasta el punto de gastar casi toda la batería de los celulares intentando la búsqueda. Nos toco tomar la decisión de seguir intentándolo o buscar ayuda externa antes de que nuestros móviles se apagaran, a lo que decidimos delegar la búsqueda desde Caracas mientras nosotros resolvíamos localmente. Al cabo de unos 15 minutos recibimos la llamada de mi esposa Vianney con la añorada noticia, al fin nos recibirían en una clínica en Mérida la cual sinceramente no recuerdo el nombre a estas alturas, pero que por obra de dios estábamos rodando en dirección hacia ella  a escasas dos cuadras, donde  ya estaba el especialista en camino y el equipo de médicos aguardándonos.

Nuestro amigo Matt fue tratado con éxito y gracias a dios todo salió bien. Al siguiente día regresamos al lugar mientras Matt seguía hospitalizado y en tratamiento, logramos recuperar los morrales y recorrimos aquellos senderos con el amargo recuerdo de cada metro que pisábamos. La verdad queríamos salir de ahí lo antes posible ya que aquel lugar dejo de ser lo maravilloso que era cuando lo conocimos.
Salir de allí fue como si la montaña estuviese en deuda con nosotros, a escasos 100 metros de los vehículos,  nos despidió con una espectacular lluvia de granizos que cubrió todo aquel lugar y resonaba como metras cayendo por todos lados. La imagen apresurada de mis pies corriendo entre aquella inquieta multitud abarrotada de bolitas blancas brincando como saltamontes fue lo único que quedó en mi mente en el último día que pise esa montaña a la mas nunca volví.

Metteo: " Lo que me salvo la vida fue Dios, porque la forma como me apoye de esa gran roca era para haber rodado con ella al fondo del precipicio, pero él y mi Angel de la Guarda me empujaron a un lado rozandome la parte frontal y abdominal"

***

(*) El shock hipovolémico ó hemorrágico está caracterizado por una pérdida de sangre importante y rápida, que induce una disminución del volumen sanguíneo circulante. Las causas más frecuentes son los traumatismos, las intervenciones quirúrgicas mayores, las hemorragias digestivas y las hemorragias obstétricas. Desde el punto de vista clínico, el shock hemorrágico se define por una disminución aguda y persistente de la presión arterial sistólica (PAS) que alcanza valores inferiores a 90 mmHg (o un 30% inferiores a los valores habituales de PAS del paciente), relacionada con una pérdida rápida e importante de sangre por ruptura vascular y acompañada de signos clínicos de hipoperfusión, disfunción o fallo orgánico (livedo, oliguria, disfunción cerebral, etc.).

Por: Sherandoe Montilla
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