Laguneta del Río (Aragua)

En artículos anteriores hemos tomado el estado Aragua como lugar especial para la actividad del MTB por sus características ideales, sus caminos y vistas espectaculares. No siendo esta vez la excepción, ni la última ocasión que nos ocupemos de reseñar más de lo bueno que tienen estas montañas, dando parte de una ruta subrayada por lo buena que resultó ser y añadida entre las alternativas que abundan por esta suma de elevaciones y depresiones montañosas fantásticas.

 Éste pequeño caserío está tan alejado de todo, que pesa imaginar cómo resuelven la cotidianidad sus habitantes y las escasas posibilidades de surgimiento de la juventud que se despierta día a día arrullados con el rumor contante de un río que viaja desde lo alto por interminables escollos, pasando monótonamente frente a sus casas cada mañana, cada tarde y cada noche al igual que el tiempo implacable que marchita su piel y sus sueños de surgir, acostumbrados a lo sencillo y necesario, pero que a pesar de su lejanía y situación no vacilan en brindar la mejor sonrisa al ver llegar a gente como nosotros.  Su disposición a conversar es manifiesta y dada, en  eventuales encuentros muy gratos donde los entrevistadores no éramos nosotros sino abuelos, niños y muchachos preguntando de dónde veníamos en extremada voluntad de cordialidad, unida a nuestras ganas de indagar y saber más de ellos.

Acuñada en una depresión montañosa, Laguneta del Río se encuentra al principio del paso la llanera, que va desde este pueblito río abajo hasta la hacienda Torre Casa, nombre que seguramente hará eco en los que rodaron en las famosas válidas de bicicleta celebradas aquí hace muchos años, con sus famosos cruces de río, subida desafiante y descenso veloz, de las que quedaron en el recuerdo de aquellos que tuvieron la oportunidad de correrlas, ver sus hermosos jardines siempre impecables, sus caballerizas y el brillo de unos espacios que transmitían prosperidad,  que fueron  agredidos por la era roja y sus expropiaciones. De aquello vivido solo el recuerdo queda, pero no así su implacable subida que hasta ahora sigue exactamente igual a la conocida en años anteriores.

¿Cómo llegamos aquí?
Más por curiosidad que por certeza, la vez que desde fila Melandres  daba una vista privilegiada de esta serranía, se podía detallar casi microscópicamente cada detalle de su colosal tamaño y todos los minúsculos caminos que por ella correaban como esperma de vela. En esta curiosa mirada de descubrir cómo hacer para meter ruedas y pedales ahí, se hallaba una minúscula pica que se discurría como lombriz adherida al follaje desde lo más alto hasta lo inalcanzable de la vista en una garganta profunda asfixiada por sombras.

Luego de estudiar el caso, nos pusimos en marcha para explorar que había al final de aquel camino, optando por abordarla no desde el jarillo sino desde Quebrada seca para poder aprovechar y hacer el sondeo de dos rutas a la vez. 

Subiendo por La Hacienda doble G o por su nombre original, Fila Márquez (ver Articulo Los tres Estados),subimos este empedrado muy difícil para pedalear hasta el final del camino de tierra, recorriendo menos de un kilometro de asfalto para llegar al punto que por GPS marcamos como referencia para entrar al camino en cuestión. La vista era increíble, una gran caída vertical predominaba en todo el borde de la carretera hasta lo que se alcanzaba a ver desde allí, el camino que tomaríamos estaba frente a nosotros, en medio de un maltrecho portoncillo oxidado que indicaba el paso de vehículos frecuentes. 

Nos lanzamos por una vía amplia de tierra que fue cerrándose poco a poco a medida que descendíamos. Pasamos varios falsos, un potrero y unos cuantos matorrales dejándonos algunas garrapatas sujetas a nuestras medias. Todo era verde y apacible, las crestas estaban forradas de un pasto aterciopelado que danzaba con el viento, orquestas de pajaritos y el ruido mudo de un silencio que no está alterado por nada ajeno. Llegamos a una lomita que simulaba a un pequeño mirador en medio de las montañas, aquí la cosas se pusieron buenas por ser un camino más de bestias que otra cosa, haciendo más divertida la bajada por sus coditos y precipicios. Bajando por aquellos caminitos al fin llegamos al Río Lagunetas, que baja desde el dique de agua fría kilómetros arriba. Con un caudal nada pequeño cruzamos incontables veces sus aguas entre matojos  inmensos de caña amarga río abajo, al paso que intermitentemente aparecían casas muy dispersas y el rio se ensanchaba por la tributación del río Tuy a sus aguas. Así llegamos al valle de san Isidro, que no es un valle propiamente sino el nombre del sector, justo en la boca de la famosa subida de de la antigua carrera de bicicletas.

En este punto la provisión fue necesaria ya que de ahí en adelante lo que venía era pedal parejo. Esta subida para nuestra sorpresa, está intacta y perfectamente conservada, sigue igual su capillia (actualmente restaurada) y las viejas ruinas. El sol caía y los incontables cujíes hicieron cuenta de nuestros cauchos consumiendo  tiempo y robándole luz necesaria al descenso que nos aguardaba al coronar lo más alto. Ubicamos un pequeño negocio por referencia de la gente que andaba por allí, donde  acabamos con los pocos jugos que guardaban es su nevera y recargamos las baterías que ya venían fallando desde hace rato en nuestras piernas. 

Luego de superar los pinchazos y fallas mecánicas diversas, la luz del sol se escondía tras las montañas, las crestas se coronaban doradas y la oscuridad subía paulatinamente por las laderas quitándole el color a todo el valle. Llegamos a quebrada seca a las 7pm con la luz tímida de una gran luna llena que para ese día iba a vestirse de rojo por un eclipse que pudimos ver desde la carretera regresando a casa.

Esta ruta es moderadamente fuerte dependiendo de cómo se planteen hacerla, recomendamos llevar mucho liquido y realizar entrenamiento previo para aguantarla. Pueden descargar nuestro track publicado en Wikiloc.

Por: Sherandoe Montilla

ecohatillomtb@gmail.com

@ecohatillomtb

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